VIII. Conmoción ecológica

Propongo entonces explicar la conmoción ecológica que ha ocurrido en el siglo XX, a la luz de las perturbaciones biológicas en las tres variables que analizo y su relación con la “transición” demográfica ocurrida en la década de los ’60, que demuestran Korotayev et al y entonces; desde ese punto de observación evaluar posibles horizontes futuros.   
Ya se sabe que la frecuencia de la innovación tecnológica no ocurre por generación espontánea, sino que está relacionada con la que ocurren las necesidades operativas (biológicas) en el sistema humano y éstas prácticamente son las mismas que hace 100,000 años, cuando emergió en Africa como especie evolutiva.   
El pedernal afilado es simplemente el antecedente más lejano de miles de variaciones que resultan en el actual cuchillo; pero la necesidad operativa común a todos ellos es: cortar
Sin embargo, la revolución industrial substituyó la hasta entonces economía artesanal de la tecnología, por la nueva economía de su manufactura. Maquina y masas, se convirtieron en el paradigma fundamental del capitalismo.
De la tecnología al servicio del hombre se pasó al hombre al servicio de la tecnología. La innovación se transformo en diversificación.
Paradójicamente, a través de la estandarización se trasladó a las masas el compromiso “creativo”, no para evolucionar la tecnología, sino simplemente para construirle “versiones” que afirmaran su estandarización. Así las masas y no la tecnología, se convirtieron en el verdadero combustible para la hegemonía del modelo económico basado en el consumo y la publicidad.
Está operación de las masas, como caja de resonancia para expandir el “ruido” tecnológico, comienza a ocurrir prácticamente al inicio del siglo XX. Repasemos un par de ejemplos:
Desde su origen hace siglo y medio, tecnológicamente el motor de combustión interna es prácticamente el mismo, incluso su eficiencia aún no sobrepasa el 25% - 30% (75% - 70% de la energía la pierde); sin embargo comparativamente, la diversidad de marcas y diseños de automóviles es abrumadora. Vaya, es obvio que la industria automotriz no ha sobrevivido ofreciendo nuevas tecnologías, sino solo nuevos modelos (diseño, colores, texturas, accesorios e incluso precios), que también obviamente son acordes a la “creatividad” que los usuarios “expresan” en el mercado.
Así, la alienación operativa ha confirmado como estándar al motor de combustión interna y, la ineficiencia, la contaminación que produce o la dependencia del petróleo, han sido variables completamente invisibles para esa gran masa consumidora de autos.
La industria petrolera por su parte y desde hace más de dos siglos; ha estandarizado el modelo tecnológico basado en la prospección, exploración, extracción y refinación; sin embargo, lo que sí ha diversificado es; las estrategias para colonizar los campos, las herramientas, el transporte y obviamente su administración comercial, todo ello también conforme a las preferencias (demanda) que los usuarios “expresan” en el mercado.
Y son precisamente ambas industrias, la automotriz y la petrolera, las que enmarcan el paradigma capitalista que se dispersó globalmente durante la primera mitad del siglo XX. 
La carrera armamentista
El desarrollo tecnológico durante los primeros 40 años del siglo XX, fue la piedra angular que cimentó veladamente las dos guerras mundiales que ocurrieron en ese periodo; sin embargo, nadie se detuvo a observar su impacto en dos relaciones importantes que ocurrieron por primera vez en la historia del sistema humano: 
A) El impacto entre la producción en masa vs la “relación colaborativa” con el entorno. 
Para 1900, la Standard Oil (Rockefeller) y la petrolera de Bacu (Rothschild) se disputaban ya la producción y comercio mundial de petróleo, cuyo derivado la gasolina, comenzó paradójicamente a tener valor (antes se desechaba) en sintonía con la producción en masa de automóviles de la naciente Ford. 
La importancia estratégica de este marco industrial -automotriz y petrolero-, principal motor económico a comienzos del siglo XX, determinó que su impacto ecológico, fuese minimizado y en muchos casos ni siquiera fuese tomado en cuenta.
Además, acompañadas ambas por el desarrollo “explosivo” de millones de proveedores (industrias secundarias); los territorios y su biodiversidad comenzaron a ser avasallados, por la extracción, la ganadería extensiva, la tala de bosques, etc; pero también por la infraestructura que se construía para acercar y acelerar la provisión de materiales y la posterior entrega de productos terminados. 
Paradójicamente, los campos algodoneros, el ganado ovino, las minas de carbon o de minerales ferrosos, los bosques, etc comenzaron a ser sobre-demandados y con ello, mayores territorios donde explotarlos y en consecuencia donde construir polígonos industriales, presas hidroeléctricas, vías ferroviarias y caminos de asfalto, así como el uso creciente de vehículos pesados, buques cisterna, etc; todos con sus correspondientes agregados de lubricantes, refacciones, servicios de mantenimiento y basureros industriales.
Así en nombre de la modernización tecnológica, desaparecieron flora y fauna, se desviaron ríos y contaminaron territorios inmensos a nivel global.
La “relación colaborativa” con el entorno se conmocionó en apenas 30-40 años y afectó no solo a los ecosistemas occidentales, sino bien podría afirmarse a la biosfera en general.    
B) El impacto entre la producción en masa vs la tasa de crecimiento poblacional.
Muchos dirán que está carrera ocurrió en Occidente, es decir, su impacto debió ocurrir solamente en dicha región y no alcanzaría para explicar tal morfología hiperbólica en el crecimiento de la población mundial. 
La respuesta es no; por un sencilla mirada a la historia mundial, que nos recuerda que desde los inicios de la revolución industrial en el siglo XVIII, la carrera imperialista comenzó a desplegar mundialmente su modelo de economía política; el capitalismo. Los grandes imperios industriales y comerciales a principios del siglo XX, ya habían colonizado prácticamente todo el planeta y, Africa, Asia, Australia y América ya eran fieles consumidores de sus bienes y servicios y por lo tanto su comportamiento demográfico era desde entonces coherente con el de Occidente.

El motor para esta coherencia era dicha participación en el consumo; considerada prueba de “civilizado” y por lo tanto de “progreso”, ocurrió como cualquier acción humana desde un ánimo colectivo, excitado en este caso, por y para la competencia tecnológica; del cual su consecuencia inmediata y velada es el aumento de la libido a partir de la asociación mental de naturaleza socioeconómica: éxito personal = salud; misma que impulsa la competencia sexual y consecuentemente la tasa de crecimiento poblacional. 
Por eso, no es extraño que desde entonces y hasta nuestros días, la abrumadora mayoría de los bienes tecnológicos de consumo masivo, contengan alusiones de tipo sexual, ya sea en sus diseños o en su publicidad y retroalimenten con ello la libido colectiva, incluyendo además peligrosas inferencias raciales.
La guerra fría
Es evidente entonces, que al termino de la segunda guerra mundial, el marco industrial automotriz-petrolero y sus sectores derivados siderúrgico, textil, maderero, eléctrico, etc; debieron reorganizarse y orientar su ahora desusada y  por lo tanto costosa infraestructura y producción, de regreso hacia el consumo de la sociedad civil. 
Esta reconversión industrial, dio paso a los emblemáticos satisfactores para las masas, los cuales explotaron literalmente en la escena mundial de la post-guerra con productos y servicios tan variados como: la televisión y sus contenidos, el automóvil de precio accesible, la lavadora y los electrodomésticos, las tiendas departamentales, los artículos de plástico, Disneyland, etc. 
Estalló el consumo y la víctima inmediata que nadie quiso mirar, volvió a ser la “relación colaborativa” con el entorno. 
Esta eufemística nueva dinámica de la postguerra para “modernizar-civilizar” las sociedades industriales, no fue más que la continuidad de los combates pero ahora en el terreno del saber. 
Ambos bandos “sobrevivientes”, el bloque occidental capitalista y el bloque oriental comunista, se dedicaron a desarrollar estrategias y tácticas tecnológicas que les otorgaran capacidades superiores, tanto defensivas como disuasivas a nivel mundial; en suma, superioridad operativa global.  
Quedo emplazada la guerra fría y su único objetivo fue: acaparar conocimiento “tecnológico”.     
La competencia por el espacio y la biosfera
La ambición por tal superioridad, provocó entonces lo obvio, alcanzar la superioridad ultra-territorial. Dos carreras coherentes y paralelas iniciaron entones; la carrera por el control del espacio y la carrera por el control de la biosfera.     
Ambas carreras tiene sus propios protagonistas en ambos bandos; por el lado soviético y desde los años ’30 Vladímir Vernadsky propone el concepto de la “noosfera” y para 1961 Yuri Gagarín se convierte en el primer astronauta en viajar al espacio; mientras tanto por el lado “capitalista”, pero hasta 1969 J. Lovelock, basado en las ideas de Vernadsky, propone el concepto de “gaia” y en en el mismo año los astronautas estadounidenses Amstrong y Aldrin pisan la Luna.     
Estas dos carreras, que literalmente hicieron “explotar” el desarrollo tecnológico; provocaron la emergencia de las “nuevas tecnologías”, las hoy llamadas TIC (tecnologías de la información y la comunicación); pero también provocaron, que desde la ONU (Unesco) se acuñara y dispersara como estrategia para el “progreso”, el concepto de; las “sociedades del conocimiento”. 
Precisamente a esta década, pertenece una población caracterizada por dos generaciones bien diferenciadas epistemologicamente, pero que conviven en dos realidades comunes; por un lado la guerra (que ahora simplemente se le llama “fría”) y por otro lado, una sociedad educada que si bien comienza a ser abrumada por la tecnología, aún conserva sólidos principios filosóficos, es decir, una solida capacidad de análisis de la realidad.
Y es aquí donde la tasa de crecimiento demográfico, por increíble que parezca, comienza a descender y también, donde comienzan a nutrirse y operar de manera sistémica las perturbaciones biológicas en las tres variables objeto de esta bitácora. Podría decirse que la ecología comienza a tomar las riendas de la solución al quiebre.
La alfabetización como potencia demográfica
Antes de continuar con el análisis de dichas perturbaciones; es importante revisar el concepto de “alfabetización”, ya que no solo es la variable propuesta por Korotayev et al; que está emparentada con la propongo como “ruta”; sino sobre todo porque la alfabetización es inmanente al proceso de aprendizaje en el sistema humano y consecuentemente, es pilar para las pretendidas “sociedades del conocimiento”.
Korotayev et al, proponen de manera resumida, que la alfabetización impacta negativamente la fertilidad humana, es decir que la alfabetización reduce la tasa de crecimiento demográfico; de hecho propone que cuando la población mundial este 100% alfabetizada, la tasa de crecimiento demográfico mundial alcanzara apenas el 0.01%.
En mi opinión, es una afirmación incorrecta por dos características del lenguaje inmanente a la alfabetización:
A) El lenguaje es una propiedad ontológica; por la cual el sistema humano se trasciende a si mismo; la alfabetización implica aprender a utilizarlo para desarrollarse de manera inteligente dentro de su cultura; para participar en la sustentabilidad de sus usos y costumbres, jamás para extinguirlos.  
B) El lenguaje es un fenómeno social; por el cual el sistema humano perpetua su acoplamiento en la biosfera; por lo tanto, la alfabetización jamás puede determinar en él condiciones que atenten contra su reproducción biológica.      
Alfabetizar por lo tanto, no consiste solamente en enseñar a leer y escribir la lengua natural, sino principalmente a reflexionar en términos del compromiso ontológico que caracteriza al sistema humano como estructura teleológica.     
Por ello, es difícil coincidir con la idea que asocia “alfabetización-modernidad”, sobre todo cuando “modernidad”, es un juicio ya hegemónico, que se relaciona con los cánones del pensamiento occidental, de los cuales deriva incluso, el concepto  de “analfabetismo científico” que invoca precisamente la ausencia o pobreza de “conocimientos” científicos, es decir, de las ciencias occidentales.   
Desde luego, colocados en el modelo mental occidental, dominado por la racionalidad, es posible “observar” la relación alfabetización-fertilidad que afirman Korotayev et al; sin embargo, considero que debería distinguirse la misma, calificando ese tipo de alfabetización como “occidental”, donde es quizá posible encontrar alguna “racionalidad esterilizadora”, la cual, quizá sería más adecuada entender como alienación.  
De hecho, los propios resultados obtenidos por Korotayev et al, muestran la “potencia” (P) que posee la alfabetización como “factor de atracción” para el crecimiento demográfico. 
Una pregunta muy interesante brota de la afirmación anterior y la observación de la reducción de atracción o el “empalme” que ocurre entre las lineas de alfabetización y la de crecimiento demográfico, aproximadamente a partir de la mitad del siglo XX (la década de los ’50), al grado que a partir del siglo XXI se fusionan; ¿Porque la alfabetización deja de crecer por encima la población mundial por primera vez en la historia y tiende a volverse inmanente a la nueva población?. Trataré de proponer una respuesta en las siguientes reflexiones. 
La sociedad del conocimiento 
Retomando entonces el análisis del objetivo de la guerra fría para acaparar conocimiento, observamos que la capacidad instalada de reflexión, particularmente en la generación joven, fue un factor de preocupación principal, para la estrategia de “progreso” que nacía desde la ONU, por una razón muy sencilla, se confundía con capacidad revolucionaria.
No olvidemos que la guerra fría surge precisamente al interior de la ONU, donde las dos grandes potencias que están en conflicto sin declararselo, son un estado revolucionario (URSS) y un estado “democrático” (USA). Por eso la guerra fría desde su origen, ha sido fue un conflicto ideológico.
En este escenario, poseer capacidad de análisis de la realidad, favorecía a las estrategias revolucionarias, pues en tanto la realidad es una cuestión social y no de individuos aislados; ejercitar la reflexión beneficia a las sociedades y no al capital (epítome del individualismo).
Fue así que la ONU (Unesco), en el marco de las protestas mundiales ocurridas durante la década de los ’60 que alcanzaron su punto álgido en 1968 y al amparo de una supuesta necesidad de “formación de una mano de obra más competente, que sea acorde con las exigencias de una producción más elaborada”; enarboló como consigna para la “modernización” de las sociedades; una supuesta “crisis de la educación”, que finalmente condujo a la publicación de aquel emblemático documento de E. Faure “Aprender a ser” (1972), a partir del cual, se logró instalar en las políticas de educación mundiales la idea de las “competencias”.
Por lo tanto, ya desde la década de los ’60, comienza a substituirse la noción del conocimiento como bien social, por el de bien individual que permite construir el “Ser” competitivo y, la educación pública comienza no solo a ser relegada en pro de la educación privada, sino en tanto masiva, a pervertir sus programas de estudio debilitando el conocimiento humanista en pro del tecnológico. 
Si Ford, 20-30 años antes había instituido como principio industrial la relación “obrero no calificado-salario alto”, trastornando las relaciones sociales basadas en el conocimiento en favor de aquellas basadas en el “poder adquisitivo”; a partir de los ’50, las universidades y politécnicos en todo el mundo potenciaron la formación de millones de tecnócratas para sostener esta dinámica homogeneizadora que expande el principio social: “la producción en masa como garantía de progreso”.
El conflicto existencial
Estas dos realidades; guerra fría y capacidad de reflexión instalada, comenzaron a generalizar un conflicto existencial entre la población de las sociedades industriales, que consistió en construir una relación malsana entre dos principios básicos en cualquier sociedad: civilización vs progreso. 
¿Civilización para imponer ideologías? o ¿progreso para imponer competencias?. 
El bombardeo tecnológico que he dicho embota la reflexión y en consecuencia inhibe el deseo (estado de ánimo) por saber, de la mano con las nuevas políticas educativas en pro de las competencias; comenzaron a fracturar el proceso cognitivo y en consecuencia potenciaron la ya inaudita indiferencia hacia la “relación colaborativa” con el entorno. 
No es extraño por eso, que psico-socialmente la década de los ’60 se caracterice por los conflictos ideológicos a nivel mundial, como los movimientos pacifistas (hippie) o revolucionarios pro-comunistas y su contraparte represiva en la forma de contra-revolución o dictaduras; pero también por el auge de corrientes filosóficas como el existencialismo (Sartre, Camus, Jonas) o el estructuralismo (Levi-Strauss, M.Foucault, etc); la expansión de las drogas y el rock & roll; el renacimiento de la ortodoxia católica, la expansión del espionaje (político, industrial, social) e incluso de la alerta más significativa acerca del impacto del crecimiento demográfico sobre la capacidad de carga del planeta, a través del club de Roma y el MIT. 
Esta convivencia conflictiva entre ideologías y competencias, conformó en los hechos una sola realidad: la angustia por saber que saber. 
La perturbación biológica de la orfandad comenzó a nutrirse con el individualismo y también con el abandono por parte de los Estados, de sus responsabilidades sociales en pro de los nuevos dictados del capital global. 
El consumo comenzó asociarse a lo inteligente y lo filosófico a la disidencia; se construyó una aberración por la cual inteligencia y filosofía se volvieron antagónicas. Las tecnocracias, se instalaron como paradigma de la perturbación biológica de la tecnología. 
El efecto inmediato de este nuevo orden social, fue la dispersión mundial del individualismo y el creciente rechazo, en consecuencia, a cualquier compromiso social, incluido obviamente el familiar; un rechazo cuyo impacto directo ocurre desde entonces sobre la tasa de crecimiento poblacional y sistemicamente sobre la alfabetización de la población.
El individualismo constructor de ignorancia
Está claro ya que la curva de crecimiento demográfico definió su pendiente hiperbólica en los primeros 40-50 años del siglo XX, impulsada por un incremento en la socialización mundial a partir de la industrialización. 
También que en este periodo, la alfabetización adecuada al desarrollo tecnológico que enmarcaron las industrias automotriz y petrolera, fue la estrategia que “atrajo” literalmente a las sociedades, para incorporarse a tal industrialización. 
Pero es justo, el encuentro con la realidad de la postguerra; la guerra fría y la necesidad de la reconversión industrial y, que confrontó como he dicho, la relación civilización-progreso; el que determinó que la nueva “ruta” a construir fuese el individualismo.
No podía ser de otra manera, dos guerras mundiales prácticamente consecutivas y una postguerra que en los hechos significó la continuación de los combates; solo podían engendrar más allá del miedo y la tristeza; la convicción de orfandad.
Si la perturbación biológica de la tecnología, ya se manifestaba desde principios del siglo XX a través de las pujantes tecnocracias, las perturbaciones de la orfandad y la ruta, simplemente se consolidaron a partir de la postguerra.
La competencia por acaparar conocimientos, dislocó totalmente el proceso cognitivo del sistema humano; por un lado los acaparadores competían entre ellos por velar sus saberes y por otro lado, las masas competían entre ellas por acaparar las “piezas” del rompecabezas que los primeros decidían proveerles.
Patentes y nichos competitivos se convirtieron en el paradigma del capitalismo de la postguerra; la tecnología, la orfandad y las rutas, se conjugaron para construir sencillamente ignorancia.
Y es que el niño que desde su primera escolarización, es forzado a asimilar los estereotipos sociales que engendra la diferencia entre escuela privada o publica; que desde entonces es presionado a elegir su rol social, su trayectoria de formación y por lo tanto su nicho de competencias; ingresa a su etapa productiva completamente desarraigado de su rol como ciudadano en pro de su individualidad; se ha construido a si mismo un idiota funcional. 
Este nuevo paradigma educativo que emergió en los ’60, ha operado desde entonces paradójicamente como constructor de ignorancia a nivel mundial, cuya manifestación más evidente es la perdida de coherencia social. 
La alfabetización conforme a los cánones occidentales, no aporta ya prácticamente ningún beneficio social y su “efecto domino” provoca esencialmente la migración (construcción de rutas) y su consecuencia directa, la reducción en la tasa de crecimiento poblacional (la introspección propia de la orfandad).
Digo que es en está “alfabetización” occidental, donde encuentra su razón de ser la tesis que proponen Korotayev et al, sobre la relación “alfabetización-fertilidad” y la cual demuestran a partir de los resultados que obtienen del análisis de regresión con datos del Banco mundial y la oficina del censo de Estados Unidos sobre alfabetización femenina y población mundial.
Precisamente, esta tesis propuesta por Korotayev et al, demuestra dos realidades que están inmersas en los propios resultados que presenta: 
A) Que poblaciones “menos alfabetizadas” (1990), a manera de antítesis, confirman la tendencia natural a mantener o quizá incluso a incrementar su tasa de crecimiento demográfico. El porque de su impacto mínimo en la tasa mundial, se explica sencillamente porque ya también son mínimas respecto a la hegemonía de la “alfabetización” occidental.
B) Que la “alfabetización” occidental al dejar de tener valor social, como factor de “atracción” para el crecimiento poblacional y en consecuencia para el desarrollo tecnológico (menor probabilidad innovadora), ha transformado a las sociedades "en vías de desarrollo" en simples "vetas" de mano de obra.
Conclusión  
Se confirma entonces la hipótesis con que inicié esta bitácora: es en razón de las perturbaciones biológicas que ocurren en las tres variables que propongo, que el natural proceso migratorio se transforma en una dinámica "globalizadora" que destruye los fundamentos de la civilización humana. 
De esta manera:
  • Por la tecnología; ocurre la destrucción del conocimiento
  • Por la orfandad; la destrucción de la sociedad
  • Por la ruta; la destrucción de su cultura
Así, resulta claro que el equilibrio ecológico que sostuvo la mega-diversidad de la civilización humana hasta el siglo XIX, se quebró y en apenas medio siglo la colocó en una realidad cuya dinámica ha ralentizado o ha desaparecido los factores para su desarrollo. 

La población, la tecnología y la alfabetización se han vuelto inoperantes en términos civilizadores.    




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