XII. Frontera Social

La frontera social, es desde luego una frontera emocional, antes que racional. 


No olvidemos que toda conversación humana es simplemente una relación emocional; una dinámica de gestión de estados de ánimo entre dos sujetos o, entre un sujeto y los objetos en su entorno. Es hasta que se elige un estado de ánimo, cuando se construyen los argumentos con que se pretende dotarlo de racionalidad.

Y tampoco olvidemos que la vida humana, su socialización, es una dinámica ineludible de acoplamiento con el entorno, con el ecosistema que lo sostiene como organismo vivo. Este acoplamiento es lingüístico, conversacional; en tanto solo a través del lenguaje puede, el sistema humano, distinguir su entorno y la relación que establece con el mismo. 
Por ello, esta dinámica conversacional (social) está obligada a respetar condiciones bioéticas, que son particulares a cada ecosistema, para que pueda garantizar la permanencia del acoplamiento (sustentabilidad). 
No es lo mismo criar gallinas en el traspatio que en granjas industriales; o que los esquimales casen focas para alimentarse, a que el gobierno de Canada promueva la matanza de más de 300,000 focas bebes cada primavera, porque “ponen en peligro la industria del bacalao”; los usos y costumbres en cada caso son completamente diferentes; es decir, el respeto a sus condiciones bioéticas.
Por lo tanto, en el actual modelo hegemónico de economía política basado en la globalización del consumo; los conflictos por tales cuestiones bioéticas brotan como champiñones en campo fértil y poco tienen que ver con la racionalidad; son ante todo, conflictos emocionales. 

Dominar para consumir” es el miedo vuelto axioma que pretende institucionalizar la supuesta racionalidad del concepto, “progreso”. Por eso, hoy la dinámica conversacional entre las personas, entre las autoridades y entre las naciones, deriva mayoritariamente en simples diálogos de sordos que solo están trastornan la emocionalidad y provocan acciones irracionales, la animalidad del homo “sapiens”.  
Cuando hablé de la conmoción ecológica, mencioné que el equilibrio de la biodiversidad sostenido desde el origen del hombre, hasta finales del siglo XIX; se quebró precisamente con el alejamiento de la ecología que ocurrió en la alfabetización mundial y en su colofón tecnológico-industrial, durante los primeros 50 años del siglo XX.  
A partir de entonces, la “modernización” (occidentalización) de las curriculas escolares, es decir la apología en ellas de los valores y creencias de la civilización industrial, relegando a efemérides o anulando aquellos relacionados con sus fundamentos grecolatinos y, principalmente los pertenecientes a la cultura original de los países que han adoptado tales curriculas; ha provocado que la alfabetización haya dejado de tener valor social y que se haya vuelto inoperante tanto a nivel demográfico como tecnológico. 
Saber leer y escribir hoy garantiza fundamentalmente a las sociedades, la posibilidad de que sus individuos sean capaces de leer un instructivo y completar un formato prediseñado (un informe industrial, un examen, una encuesta, una ficha bancaria, una quiniela, un crucigrama, etc). Es decir, garantiza la provisión constante de “ciudadanos” netamente operativos; desde obreros hasta abogados, ingenieros, médicos o curas; para la sustentabilidad del modelo hegemónico de economía política.

Por eso, alcanzar incluso grados universitarios o de postgrado, garantiza principalmente la provisión de administradores, es decir, “ciudadanos” netamente operativos también. 
El volumen de alfabetizados, por lo tanto, poco o nada impacta en la construcción de ciudadanía y mucho menos en la soberanía tecnológica. La alfabetización no reduce la dependencia político-industrial, la incrementa sustancialmente.   
Está claro entonces que esta “alfabetización occidental” engendra en las sociedades, más allá de alienación política o dependencia tecnológica; la noción de competencia y en consecuencia la cosificación de la persona por la cual, se atribuye a si misma valor mercantil. 

La persona repudia su rol como ciudadano y se individualiza para competir; para “saber operar” la tecnología de punta, para acaparar “certificados” del mayor numero de seminarios y congresos posibles, para “progresar” de un puesto a otro y de una empresa a otra; en pocas palabras, para valer más, para obtener mayor precio por la venta de “sus” capacidades operativas. 
Esta realidad reduce la alfabetización occidental, a simple herramienta útil para la civilización industrial y para la sustentabilidad hegemónica de sus conceptos, tales como: modernización, consumo, crecimiento económico, aprovechamiento tecnológico, sociedad del conocimiento, intelectual orgánico, relaciones obrero-patronales, empresas-sindicatos, obrero calificado, etc, etc. 
Korotayev et al, en su obra que analizo en ésta bitácora; “Introduction to social macrodynamics: Compact Macromodels of the World System Growth”, afirma precisamente ésta realidad cuando dice: “las poblaciones alfabetizadas tienen muchas más oportunidades para obtener y utilizar los logros de la modernización, que aquellas analfabetas”.

Incluso, quizá como justificación inconsciente, refiere un estudio de los psicólogos rusos Luria, Vygotsky, y Shemiakin, donde demuestran que “la educación tiene un efecto fundamental en la formación de procesos cognitivos (percepción, memoria, cognición)… Por lo tanto (concluyen), trabajadores alfabetizados, soldados, inventores y otros, se vuelven más efectivos que los analfabetos, no solo por su habilidad para leer instrucciones, manuales y libros de texto, sino también a causa del desarrollo de competencias en el pensamiento abstracto”. 
De su discurso, resulta obvia la relación que establecen Korotayev et al, entre alfabetización y eficiencia operativa (“modernidad”); siendo también obvio que la naturaleza de ésta “modernidad” es industrial. Esta es la real justificación-motivación para alfabetizar.   
¿Pensamiento critico?, imposible demandárselos; la vorágine operativa de estos individuos responde al modelo mental que la alfabetización occidental les diseñó desde su infancia y que han desarrollado durante años; tendrían que derrumbarlo y prácticamente volver a empezar a construir uno nuevo, uno directivo.

Por lo tanto, el volumen de alfabetizados (e incluso analfabetas) que logran construir este modelo mental directivo y por lo tanto critico, es abrumadamente reducido y está relacionado únicamente con la emocionalidad; con la gestión de sus estados de ánimo. 
En esta categoría se encuentran aquellos que se alejan del individualismo y construyen sociedad, los que construyen ciudadanía; aquellos cuyo modelo mental, les obliga a la empatía social entendida como la reflexión en términos de coherencia ecológica, de responsabilidad bioética. 
Paradójicamente, esta dinámica directiva en apariencia insignificante y moral, es no solo el motor social en todos los pueblos del mundo, sino en razón de ello, la dinámica que administra sus estados de ánimo colectivos. No es por eso extraño que sean el objetivo primario de ataques dirigidos desde colectivos trasnochados que pretenden establecer un orden mundial y sostener hegemonías alienantes.   
Escenario de reacción
La alienación política y la dependencia industrial son entonces el desafío por resolver.
Pero alienación y dependencia no son un problema de los individuos, sino de las instituciones políticas que ellos construyen para sustentar su sociedad. Instituciones no como estructuras de métodos, procesos y funciones; sino como vehículos culturales para la dispersión de usos y costumbres ajenos a su cultura original o peor aún, al simple sentido común.

Por ejemplo; cuando el lobby de la industria productora de OGM’s (organismos genéticamente modificados) presiona y consigue instalar en la agenda de la economía política de cualquier país, la “necesidad” de utilizarlos; no es la ventanilla de recepción de los documentos relacionados o, los sellos y firmas que deben constar o, el organigrama que explica quienes y como deben involucrarse en los tramites, donde opera el problema. No, el problema radica en los valores y creencias que una sociedad acepta “instituir” como manifestación de modernidad, de inteligencia o de afirmación de su cultura original. 
Se trata entonces de un proceso social netamente emocional, cuya vulnerabilidad esta relacionada precisamente con la alienación política; con la gestión que los gobernantes en turno hacen de sus estados de ánimo y los argumentos que esgrimen ante la población, para otorgarle racionalidad a sus decisiones.
Por lo tanto, estamos frente a dos sujetos morales que conversan desde diferentes puntos de observación; por un lado la clase política directamente expuesta a la alienación y por el otro lado, la población expuesta también pero de manera indirecta, por ejemplo a través de la propaganda o la dependencia económica. 
Se trata sin duda, de un desafío a la inteligencia emocional de ambos sujetos. Desafortunadamente la hegemonía de la realidad industrial, es aún muy poderosa para transformar el estado de ánimo que construye su principal argumento: el consumo.

Sin embargo, esta nueva era geológica, la noósfera, esta construyendo dinámicas sociales que, fortalecidas por eventos naturales (por ejemplo, el cambio climático) o por eventos políticos (por ejemplo, la globalización), están minando cada vez de manera más acelerada dicha realidad industrial.    
Precisamente, estamos viviendo múltiples casos de subversión al statu-quo institucional de la “racionalidad occidental”, con gran impacto en diversos sectores de la civilización industrial, por ejemplo; a nivel político tenemos el caso de Wikileaks, a nivel ecológico sobresalen las acciones de Greenpeace, a nivel de explotación de recursos naturales se han generalizado los movimientos indígenas para protección de sus territorios, incluso a nivel educativo también se han globalizado los movimientos estudiantiles críticos con las curriculas y las políticas educativas alienantes. Pero lo mismo está ocurriendo en otros ámbitos como, el económico (movimientos globalifóbicos), el religioso (movimientos pro laicismo, MLGT, etc), el de la salud (movimientos vindicativos de la medicina tradicional), de la alimentación (movimientos anti-OGM), el comercio (movimientos por comercio justo), la biodiversidad (movimientos anti-ICBG), etc.
Socialmente estamos parados entonces, en un escenario de reacción netamente emocional, donde los instintos humanos están siendo los protagonistas en todos los ámbitos de convivencia. 
Los juicios de valor y las dicotomías gobiernan las relaciones con “el otro” a partir de como se le percibe: bueno o malo, amenazante o confiable, poderoso o débil, etc.
Así, al amparo de ideologías políticas, creencias religiosas, tradiciones culturales, o valores familiares; el gobernante reprime, el religioso condena, la sociedad maltrata, las familias discriminan y a las víctimas de nada les valen los argumentos racionales, solo pueden reaccionar de la misma manera, emocionalmente; ya sea escapando o ya sea enfrentando. 

Este escenario provoca entonces la emergencia de conflictos de todo tipo y por todo el planeta; desde los conflictos intra-familiares hasta los conflictos internaciones
En estos diálogos de sordos y en tanto los conflictos actúan como caja de resonancia, la proporción de víctimas está relacionada con la densidad poblacional; es decir, en las ciudades ocurrirán por millones y su impacto mayor parece apuntar a los países en vías de desarrollo donde se localizan el mayor numero de metrópolis, pero suspicazmente también, el mayor numero de pobres
Violencia escolar, de genero y religiosa, crimen organizado, represión y despojo político, paramilitarismo, autodefensas, bloqueos comerciales, guerras internacionales. En este escenario, el mundo es una sabana donde el animal humano corre de un lado al otro cazando a los de su misma especie.

La pregunta obligada brota entonces y nos plantea ¿cuanto puede durar este escenario? 
En mi opinión la respuesta es que menos de 50 años, es decir apenas una generación y la justificación es muy sencilla, apenas el 38% de la población mundial son adultos en edad productiva (el restante 62% se reparte entre jóvenes menores de 24 años y adultos mayores de 60 años, según datos del “informe de población mundial 2011” de la ONU).
Esto significa no solo que dicho 38% esta sosteniendo económicamente al otro 62% (cuyo ingreso no es remunerativo ni estable), sino que, en tanto es el principal actor productivo y en buena medida el que decide la suerte de ese otro 62%; cualquier tipo y localización de conflictos lo impacta directamente.
Socialmente este impacto se manifiesta, por ejemplo; como perdida de empleos, destrucción patrimonial, afectación de la armonía familiar, migración. En una palabra: pobreza.
Por lo tanto, si en el hegemónico modelo de economía basada en el consumo, la actual generación productiva está siendo conducida hacia la pobreza, es prácticamente obvio que aquellas que vienen detrás están destinadas a construir su futuro desde esta nueva pobreza; es decir, económicamente está ocurriendo una dinámica “involutiva” por la cual se auto-destruye el paradigma del consumo y se potencia el impacto en los tres sectores que mide la pobreza; alimentación, patrimonio y capacidades.      

Por eso y en tanto el sistema humano, puede negarlo, pero nunca vuelve a su pasado intelectual, racional; este escenario de reacción netamente animal, está paradójicamente construyendo modelos mentales críticos; esta construyendo liderazgos que intentan rescatar la humanidad en el homo sapiens. 
Muy poca gente conocía a J. Assange o E. Snowden, por mencionar los más populares, antes aparecieran sus filtraciones (wikileaks), incluso fue necesario que la población en general, atravesara un periodo para “asimilar” el valor inmanente a dichas filtraciones, pues debido a su naturaleza política y el desencanto que está produce a nivel mundial, pocos le prestaron atención al suceso cuando surgió. Sin embargo, pasado dicho periodo, la población mundial ha elegido ineludiblemente una posición al respecto.
La reacción animal de los políticos cazando y pidiendo juicios sumarios para Assange y Snowden, construyó rápidamente otra reacción completamente antagónica en la sociedad civil, la de protegerlos; ¿Porque?, pues simplemente porque la acción animal de perseguir y cazar encuentra como reacción en la víctima, huir (Assange y Snowden continúan huyendo), pero en la manada (la sociedad civil) la reacción es proteger a sus miembros y es en este momento cuando se retroalimenta el modelo mental operativo, cuando se vuelve critico de si mismo y con ello construye su capacidad directiva; elige. 
Y esta elección, es simplemente enfrentar las instituciones; y es netamente emocional, sin perjuicio de la racionalidad. Esta es la característica de este escenario. 

Se pretende rescatar la naturaleza cultural en las instituciones, su razón de ser bioética, antes que destruirlas so pretexto de su corrupción. 
En algunos casos se tendrá éxito, en otros se fracasara, pero de cualquier manera, el costo humano será muy alto demográfica y económicamente, sobre todo en aquellas sociedades tradicionalmente homocéntricas y con profundo culto a la personalidad, al individualismo.     
Nuevo escenario de convivencia
En algún momento, esa dinámica emocional constructora de conflictos, habrá logrado restablecer no solo el equilibrio racional sino sobretodo una nueva institucionalidad bioética, en los diversos núcleos sociales que se re-organicen en el planeta; es decir, la emergencia de este nuevo escenario obliga a que la humanidad entera haya restablecido su acoplamiento ontológico con la biosfera.
La convivencia, entonces es probable que vuelva a estar guiada por la dispersión territorial de pequeños nucleos sociales, de pueblos o aldeas que habrán elegido entre otras condiciones:
  1. La propiedad productiva común
  2. El trabajo comunitario 
  3. Minimizar la dependencia del capital
  4. Minimizar la dependencia tecnológica
  5. La sustentabilidad ecológica
  6. La autonomía política

Desde luego no será un regreso a la época feudal; a la fisiocracia y sus estamentos o al anacronismo de las burocracias comunistas; no se tratará de rescatar viejos modelos para continuar sosteniendo el derrumbado modelo de economía política, basado en el consumo, en el valor de cambio. 
Será un nuevo modelo de convivencia económica-política coherente con la biosfera, que obligará a la humanidad a la reconstrucción de aptitudes perdidas, particularmente la convivencia en armonía entre los pueblos originarios y los núcleos de población post-industriales   
¿Las ciudades?, bueno ellas siempre han formado parte de la civilización humana, pero no conforme al concepto occidental; Roma no puede compararse con ciudades más antiguas como aquellas en Grecia, Babilonia, Egipto o más recientes como Machu-Pichu, Tenochtitlán o la ciudad prohibida (China), todas ellas centros político-ceremoniales antes que plutocráticos.
Por eso, la actual hegemonía de ciudades conforme al modelo occidental no persistirá más. Su actual razón de ser, la plutocracia industrial, desaparecerá y aquellas que permanezcan, lo harán no solo de manera abrumadamente reducida, sino ademas, rescatando su otrora naturaleza político-ceremonial.  
Por lo tanto, este nuevo escenario de convivencia social implicará ante todo, una nueva organización política preocupada por el rescate de la humanidad que late en el homo sapiens y el desarrollo de su sabiduría.  



No hay comentarios: